Desearía haber podido decirte antes de tu partida lo muchísimo que he llegado a amarte, todo lo que habría dado, todo lo que habría luchado por tenerte en este mismo instante a mi lado. Desearía haber podido enseñarte lo completamente feliz que he llegado a ser contigo. Desearía haber podido cumplir todas y cada una de las promesas que te hice... Teníamos tantísimas cosas que hacer juntos... 
Miles de sueños e ilusiones se pueden romper, pueden desaparecer con la rapidez con la que se chasquean los dedos.
A veces creo sentir como tu mano me seca las lágrimas, y como luego me abrazas fuerte, como siempre  hacías, de esa forma tan especial... Me abrazabas tan fuerte que no distinguía donde acababa yo y dónde empezabas tú.
La muerte es injusta. Llega sin avisar. No puedes decir adiós.
Y te das cuenta de que te equivocabas, que no tendrás jamás todo el tiempo del mundo para decirle algo a alguien.
Ahí me encontraba. Sujetando la mano del ser que es todo cuanto amo, y al que nunca le dije mis sentimientos.
Pero antes de que la sangre dejase de correr por sus venas, antes de que su corazón dejase de palpitar, antes de dejar de respirar, justo antes de abandonar la vida e irse a un mundo mejor (o eso espero), sus labios se movieron, y con un último suspiro logró pronunciar las palabras que más daño, alegría, y fuerza me han dado nunca. 
Me dio un leve apretón en la mano, a penas sin fuerzas, y me susurró un corto y sincero "Te quiero"...